¡Hierve el ‘sancocho nacional’! El domingo gana el NO por
estrecha diferencia. El lunes recogen platos rotos, corren cronómetros,
renuncia De la Calle y los otrora triunfantes, viajan hacia una Habana atónita.
El martes Uribe sostiene la tregua y asume un muy discutible liderazgo del NO.
El miércoles estalla unilateral el escándalo de las mentiras, mientras Roy y
Leyva dan clases de maquillaje, se planchan y componen su discurso. El jueves
los que no votaron, marchan. El viernes amanecemos con Nóbel y anochecemos
trapeando el prestigio noruego y sus intereses. Todo sin un muerto en la
prensa, ni regreso al monte, ni la tal guerra urbana, ni un secuestrado, ni
francotiradores asesinando a mansalva.
Se concluye que lo único que había que lograr para tener una paz
tangible, era que las Farc, ya gordas, dejaran de matar. No hay emboscadas, ni
masacres, ni tatucos o cilindros volando con cualquier rumbo sobre pueblitos
inermes.
Ahora hay que preguntar otra vez donde están y que se hicieron los 419
secuestrados, esos que sirvieron como moneda de negociación y que pasaron a
engrosar un listado enorme de desaparecidos. Sin razón ni dignidad. Sólo
silencio.
Mismo silencio que guardan los suscriptores del exánime Acuerdo,
respecto de si al fin es -o no es- un pacto ‘especial’, dando alguna pista
sobre si al fin pretende sustituir la Constitución Política (aún vigente), para
dar paso a la entelequia de beneficios desmesurados que recibirán no 9.000, ni
5.790, ni 3.000, sino unos 600 personajes de pasado inconfesable, que insisten
en hacer política desde puestos de fácil nombramiento y difícil remoción,
mientras lavan unas canecas enterradas al peor estilo Gacha.
Mientras no se defina qué tan especial es el especial Acuerdo, sobran
mesas y debates para intentar remendarlo. Hay mucho extraviado y mucho desvirolado
en este proceso.
La parte más tenebrosa de esta novela no viene, sin embargo, de las
Farc: la andanada de acciones y medidas encaminadas a reversar a cualquier
costo el resultado del 50,06% es inédita e impresionante.
Cuatro trochas recorren acciones judiciales: suspender los efectos
jurídicos del Plebiscito, revisar el cumplimiento de los requisitos previos,
esculcar caja por caja lo que sea menester aparecer (así se lo haya llevado el
furioso ‘Matthew’), o incluso esperar resultados de la China, diez días
después. Y el CNE nada que consolida el 100%, en silencio.
Las mismas Cortes que negaron admitir demandas el viernes 30, el lunes tres
dictaron autos y ordenan pruebas en esos mismos procesos, todo sea por la
democracia. Pregúntenle a Paola Holguín quien dejó mudo a Navarro echando esa
historia ayer.
Dichos silencios rondan distraídos en el barullo de las marchas que
aclimatan ambientes urbanos, mala mímica de Primavera Árabe o Mayo del 68,
usurpando identidades ochenteras en las cuales participé y con las que si
fuimos capaces de hacer caminos de soluciones y esperanza en un país
explosionado. Puro Copy / Paste.
En un lejano 1990, la Asamblea Nacional Constituyente que tuvo
presidencia plural para demostrarla inclusiva y tolerante, escribió línea a
línea lo que ahora piensan ignorar a la brava repitiendo ‘AcuerdoYA!’, metiendo
desbarajuste por la puerta trasera y negando un resultado que, aún frágil,
subsiste los embates. (Esa misma Asamblea que cuando quiso abrirle espacio
gratuito a las Farc, irónicamente exigió el 50% de las curules).
Mientras tanto, sigue creciendo la lista de requete-postulados de
Justicia y Paz en busca de la JEP. Ya la matriz de opinión afirma atrevida que
las solicitudes del NO para lograr algo parecido a penas efectivas, resultan
ser la muralla del Ubérrimo, obviando el hecho de que las víctimas terminarán
alcahueteando impunidades de victimarios, incluso en atrocidades que quieren
permanecer 10 años para desaparecer. A la brava y en silencio.
La Reforma Tributaria Estructural galopa porque sí o porque no, con
mono-tributos y mico-impuestos a pagar por sí o sí, por quienes de recursos
pocón pocón. Si le pareció difícil el trabalenguas, le sugiero intentar las 297
páginas que aún agitan desde La Habana como la panacea única, pétrea,
inviolable y soberana. Esa que sólo admite “escuchar sugerencias” y que tal vez
-sólo tal vez- permita magnánima algunos pequeños ajustes, diminutos,
silenciosos.
Va a ser difícil encontrar el tal pacto pacificador en este sancocho de
erizos, que flotan en silencio entre silencios, sin que nadie los determine.
Javier Contreras pregunta en su ‘Libretadeapuntes’: “¿Si hubiera
ganado el SI, estaríamos renegociando? me temo que no porque, en ese caso, las
banderas blancas ondearían con fuerza y se habría pedido el respeto por la
voluntad popular (así hubiera sido por un voto)”. Yo coincido con su
sentencia definitiva: “No somos un país serio, no respetamos los resultados
electorales y nos merecemos la suerte que tenemos.”
Recorderis: como no hay suficiente ironía, el lunes tres la ONU volvió rauda sus
ojos hacia Siria, una guerra de verdad-verdad, donde un gobierno ha matado en cuatro
años lo que acá han matado en cuatro décadas y que sí ha tenido frontales
intervenciones extranjeras. La rentabilidad internacional de las misiones de
paz sigue midiéndose en fracasos, no en éxitos.
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