Ilustración del maestro Omar Figueroa Turcios. |
A ciegas, NO. Ya pasó la euforia de
Cartagena: Gobierno y Farc han firmado el Acuerdo de La Habana.
Observo con atención y prudencia el
delirio que despiertan estos eventos entre las víctimas y los jóvenes fanáticos
de ‘La Paz’, los discursos de protagonistas y los análisis, leo comunicados y
comparo medios que informan y distorsionan cada concepto, cada gesto.
El perdón genérico y colectivo
‘ofrecido’ por Timochenko es celebrado sin dar razón concreta sobre los
secuestrados-desparecidos, los niños reclutados, las mujeres abusadas y el
diario vivir de quienes pasan miedos entre extorsiones y amenazas. Apenas se
divisa una difusa promesa de paz.
En las sabanas del Yarí celebran,
mientras en las ciudades nadie pitó en las calles como cuando cayó Cano o
Jojoy.
Los pueblitos se llenan de pequeños
suspiros de alivio contenido, mientras los mas osados insultan televisores cada
que sale una noticia sobre más concesiones otorgadas. Otros miran silenciosos,
sin un gesto. Sólo esperan.
Imagino ver este proceso con los ojos
de algún secuestrado que permanezca aún en el monte.
Sólo durante las negociaciones se
llevaron 61, pero hoy Herbin Hoyos habla de la desaparición de 400. Pienso como
sus esperanzas -que deberían crecer- van evaporándose bajo la sombra del
olvido.
Todo queda confinado a otra espera
pactada a 10 años, de las verdades relativas, genéricas, de la comisión de
esclarecimiento y la justicia transicional (JEP) donde se anuncia cárcel de 20
años, pero que será domiciliaria municipal de no mas de 5 para aquellos no
amnistiados con proceso en curso.
Votaremos a ciegas el Plebiscito, casi
sin leer, con las Farc aún armadas, sin haberse concentrado completamente, sin
equipos de verificación que hayan iniciado su gestión y sin saber si amnistiar
ya o después del resultado.
Mientras tanto, los milicianos siguen
en veredas y caseríos, capturando corazones y voluntades con su sola presencia.
La regla fariana es una forma de esclavitud silenciosa, como lo vivió la Nena
Arrázola hace unas semanas.
También se discute sobre la elección
popular de quienes lleguen al ruedo político. Se argumenta su falta de
popularidad y la caducidad de sus ideas, pero el discurso venderá igual aquí
que en el resto del continente, donde ya cumplieron su ciclo de lastre y
desastre económico, político y social.
El camino para ello son las 174
instancias o entidades de Gobierno que crea el Acuerdo a nivel local, regional,
departamental y nacional, para implementar las 17 líneas, sistemas, planes y
programas diversos. Todos eran antes responsabilidad del Estado como Estado, no
de la guerrilla.
Un cálculo somero indica que serán
nombrados un mínimo de 600 desmovilizados para llenar los puestos Farc, bien en
nómina o mediante contratos de prestación de servicios, sin valoración de
capacitación y mucho menos de experiencia, apenas con la certificación de que
les concedieron amnistía, indulto o, en el caso más extremo, que su proceso
ante la JEP continúa en trámite.
En Centroamérica, los acuerdos también
pactaron dar espacio político, garantías y privilegios a algunos, pero
preservando el poder productivo en las mismas manos de siempre. Aquí los
condenados en Justicia y Paz ya piden pista para entrar a la JEP, amenazando
contar todas sus ‘verdades’. Las amnistías centroamericanas están empezando a
caer, a pesar de la cerrada negativa de la insurgencia que hoy gobierna a que
los alcance.
Los últimos tres años hemos devaluado
60 por ciento y la inflación llegará a los dos dígitos en 2017. El Gobierno,
nos empeña con la banca internacional, intenta mantener el equilibrio
presupuestal y busca endeudamiento barato con nuevas fuentes, incluida la
Reforma Tributaria Estructural, las valorizaciones por obras y las
actualizaciones del catastro predial rural, que hará aún mas ruinoso un sector
agropecuario cuyo presupuesto 2014 se recortó en 41%.
Las Furzas Armadas serán garantes de
los acuerdos, pero el sector Defensa ya disminuyó su presupuesto en 37.6 por
ciento para destinarlo al post-conflicto, reacomodándose misional y doctrinalmente
a los nuevos escenarios. Ese rediseño reducirá paulatinamente su personal,
manteniendo capacidades y asumiendo nuevos roles.
Conforme lo ha expresado Alvaro Leyva
Durán, no hay otra salida que una Asamblea Nacional Constituyente para
reorganizar un estado descuadernado y generar espacios efectivos de
consolidación de paz y reconciliación.
La disyuntiva no es un mal negocio que nos salve de un mal pleito. Ellos
no quieren regresar a su guerra y bajo el rechazo popular y la inexistencia de
condiciones, deben renegociar. Por una Paz viable, tendré que votar NO.
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