El 27 de
mayo, cuando acudamos a las urnas, elegiremos no sólo a una persona para que
ocupe el solio Presidencial, sino un plan de Gobierno y una forma de acción
estratégica que guiará al país por la senda seleccionada.
Entre el
amplio abanico de candidatos podremos seleccionar a aquel cuyas propuestas
coincidan con nuestros criterios y
expectativas. ¿Para qué? Para ejercer el derecho al voto informado dándole
respaldo democrático a las propuestas de preferencia.
Cada candidato ha
formulado sus propuestas sobre algunos o varios de esos temas. Entre ellos los
opcionados en las encuestas: Humberto de la Calle, Sergio Fajardo, Gustavo
Petro, Iván Duque y Germán Vargas Lleras. No opinaré sobre las mismas, porque
creo que cada quien deberá hacer el análisis que le permita fortalecer o
desvirtuar la opinión que se ha formado de cada candidato y de sus promesas de
campaña.
Sea quien sea que resulte elegido
–ya sea en la primera vuelta presidencial o en la segunda– la Nación deberá
hallar fórmulas que permitan sanar las heridas causadas por la polarización
ideológica y política, las mentiras, los odios, los resquemores, los desengaños
y los miedos basados en la incertidumbre. Nadie sabe qué pasará en el futuro
próximo o lejano, pero si podemos prever que nuestro candidato podría ser el
gran triunfador o el gran derrotado. La tarea democrática para la ciudadanía
será aceptar el resultado obtenido en las urnas. Gane o pierda mi candidato o
el tuyo, será la oportunidad para apoyar a quien resulte elegido para que todas
y cada una de las medidas a implementar redunden en beneficio colectivo, sin
discriminaciones.
Por supuesto, es un
llamado a la civilidad en medio del diluvio de denuncias relacionadas con la
compra de votos y ‘compra’ de funcionarios que desde la Registraduría pudieron,
pueden o podrían cambiar los resultados obtenidos en las urnas. Para ello, se
exige a las autoridades judiciales investigar, probar y sancionar a quienes
resulten responsables de los actos contra la democracia.
Lo que menos puede
generarse para el país es un largo camino de discordias infinitas. Insisto una
vez en la necesidad de lograr un acuerdo que
permita consolidarnos como sociedad sin que se ahonden –aún más– las
diferencias. Un acuerdo que nos facilite priorizar qué y para qué funcionamos
como colectividad, y que los postulados de equidad, justicia y desarrollo
social sean priorizados a la hora de definir consensos.
Construyamos
un acuerdo que nos permita identificar lo que nos une, pero –sobre todo–
identificar qué es lo fundamental para la Nación. El respeto a la vida y a la
dignidad del ser humano en el tránsito hacia la paz. Una paz real, una paz
cercana a todos y a todas. Una paz interiorizada en una Colombia que clama
transformaciones sociales urgentes. Una Colombia en la que todas las corrientes
políticas y filosóficas tengan cabida, sin exclusiones. Con respeto al disenso
y a las diferencias.
Elegir es
un derecho. Esta es una invitación para que el domingo 27 de mayo prioricemos
el deber democrático de votar. Votemos pensando en el mañana de nuestra
Colombia.
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