En medio de la crisis institucional,
donde la polarización sacó lo peor de nuestra naturaleza, paradójicamente
enfrentándonos alrededor del tema de la paz, es normal que el análisis sesudo
sea reemplazado por la descalificación, el insulto y la tirada de piedra con
escondida de mano incluida.
Pasa todos los días en cada rincón
colombiano, pontificamos y tratamos de imponer nuestras razones, sin evaluar
suficientemente el argumento ajeno, mientras intentamos ‘limpiar’ nuestras
manchas señalando las maculas que tienen nuestros enemigos, en otras palabras
“justificamos nuestras embarradas sonriendo ante el barro en las botas del
contradictor”, como si fuera un logro, como si fuera mucha gracia.
Reconocer la palabra del otro, debatir
con altura y ponerse de acuerdo es un acto valiente en la Colombia del Siglo
XXI. Por ello abrazamos y saludamos la alianza entre Sergio Fajardo, Jorge
Enrique Robledo y Claudia López, sobre todo conociendo además de sus talentos,
sus recias personalidades.
Ponerse de acuerdo alrededor de un
nuevo modelo de salud y educación incluyente, participativo y autónomo,
dirigidos no solamente a los más vulnerables o a los más pilos, sino a los
menos pilos, a los sectores sociales y a la clase medias de las que nadie se preocupa. Dar
la pelea sin tregua contra la corrupción rampante, denunciando a los carteles
incrustado en el Estado, es un acto de valentía que debemos admirar.
Pero escuchando a algunos de los otros
candidatos políticos se puede observar que ese valiente gesto podría ser mucho
más amplio. Puede y debe incluir la preocupación de Petro frente al tema
ambiental (organizarse alrededor del agua), no puede faltar allí la visión de
país de Clara López, como tampoco la apuesta por la paz de Humberto de la
Calle, es fundamental que allí esté la mirada de las regiones de personajes
como Chucho Guerrero y Carlos Caicedo, allí cabe la experiencia, paciencia y
academicismo de Nicanor Flórez.
Es más lo que nos une que lo que nos separa. Colombia requiere
superar las personalidades de los pocos dirigentes y centrarse en unir talentos
para atender las necesidades de los 48 millones de personas que conformamos el
país, alrededor de una plataforma común donde prime ese valeroso “cumplimiento
de la palabra” de Navarro.
Tal vez ni vale la pena mencionar que
este ‘dream team’ debe enfrentarse a la corrupción y la politiquería de los
partidos tradicionales, de sus nuevos ramales y de las maquinarias electorales.
Mejor pensar en que Colombia nos debe
articular, es Colombia y su gente el objetivo. Por ello es clave que todos a
uno, sigamos buscando todo ello que nos une. Porque es más lo que nos une.
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