El nombre de Dominique
Strauss-Kahn, uno de los más poderosos hombres de las finanzas en el mundo, hace
poco se sumó a la larga e interminable lista de Sátiros, que por abusar de su investidura y poder debió pagar una
suma aún desconocida, por acosar a una ingenua doncella con la buena o mala
intención de satisfacer sus eróticos deseos, sin consideración a la condición de
la persona que perseguía, se suma a la larga e interminable lista de esta clase
de abusadores que recoge la historia universal.
Esta conducta pecaminosa
para la sociedad, la cual unas veces condena y otras veces se hace la de la
vista gorda, no es nueva entre poderosos y poderosas, y la historia está
plagada de ellos, desde la mitología griega, pasando por la biblia, hasta
llegar a nuestros días. Zeus, el padre de los dioses era un infatigable
acosador. No hubo doncella, ninfa, dríade, ondina, xana o diosa que no
estuviera bajo su mira y que no persiguiera con ahínco hasta seducirla y
someterla a su apetito sexual. Otro tanto hicieron las diosas del Olimpo. Diana
y Afrodita se jalaron los pelos más de una vez peleando al efebo de Adonis y
otro tanto hicieron Hera y Proserpina, respecto a Zeus. Zelicah, la hermosa y
apetitosa esposa de Potifar, a pesar de su acoso, no pudo con los principios de
José, por lo que terminó acusándolo ante su marido.
David y su hijo Salomón, el
rey sabio, no escaparon a este defecto, virtud o don de la condición humana, ya
que, como dios Príapo, persiguieron a cuanta diva llegaba a sus palacios. De
acuerdo con la historia sagrada el hombre que más polvos ha echado en el mundo
es Salomón. Tenía seiscientas esposas, mil concubinas y un harem en donde
cultivaba jóvenes de todas las especies y etnias. Y según sus biógrafos, toda
joven que llegaba a su palacio era acosada hasta que caía en su tálamo nupcial.
Una de las más famosas de esas divas fue la afro
descendiente Balkis, una negra espléndida, de cabellos alborotados, pero de
pensamientos bravíos que puso los ímpetus y los deseos del rey al derecho y al
revés hasta llevárselo al reino de Saba.
La desgracia de Dominique
Strauss-Khann no es que haya acosado una camarera cuando estaba desnudo y ella
llegaba alegre a brindársele en bandeja, nada de eso. Su gran pecado, fue
pregonar que los ricos de los países pobres se hacían más ricos a costa de la
pobreza de sus pueblos. Es más, lo estaban cazando. Y dio papaya, como la dio
Marte, el prepotente Ares, cuando se amancebaba con la bella y casquivana
Afrodita, la infiel esposa de Vulcano y éste, que no era tan tonto como algunos
mitólogos quieren hacerlo aparecer, lo cazó en una malla de alambre y lo
exhibió como un trofeo ante los ojos del mundo como el más pervertido
fornicador.
Es posible que para muchos
lectores que vieron en el pasado la noticia sobre el escandaloso episodio de
Dominique que, convertido en un Sileno, según lo describe la misma camarera,
con la toalla enroscada en la cintura, la persiguiera de verdad verdad y la
hubiera sometido a sus apetitos sexuales. La prensa y la moralista sociedad
norteamericana en su momento condenó con cadena perpetua al pobre y riquísimo
francés, pero santificó a Clinton que no solo confesó sus ilicitudes, sino que mancilló,
según algunos el escritorio de la sala oval en donde Lincoln firmó el Acta de
Abolición de la Esclavitud.
Los Sátiros del poder son
muchos. La escritora inglesa Margaret Landon recrea en su novela Ana y el Rey, o Ana y el Rey de Siam, la historia del rey Phra Chom Klao, quien a
pesar de que tiene 39 esposas y casi un centenar de hijos e hijas, persigue, no
solo a la profesora inglesa Anna Leonowens, a quien para congraciarse con ella
le hace traer desde Londres un barco con un bloque de hielo.
Enrique VIII, Luis XVI, Pedro I el Grande, y en nuestros días
Sarkozy, Berlusconi, el Cardenal Lugo, sin mencionar a los muchos que se
encuentran por ahí agazapados, son quizás los últimos Sátiros que no han
escatimado obstáculos para perseguir a la primera dama damisela que ante sus
ojos se presente.
Pero en medio de todo este escándalo de faldas que tuvo ante el
paredón al expresidente del FMI, surge también la doble moral norteamericana,
que vio el acoso de Dominique como una violación a la ley, mientras sus propios
presidentes han sido unos empedernidos silenos, persiguiendo con su falo a toda
zagala que por la casa blanca se acerque. Y si no, que lo diga el bueno y
católico John F. Kennedy.
® LOS SÁTIROS DEL PODER
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