Entiendo perfectamente que hay que generar consumo para mover el mercado, y que la publicidad es una parte fundamental del mercadeo y del sistema capitalista, no pretendo cambiar eso. Sin embargo, me opongo rotundamente al sometimiento de las mujeres a una estética esclavista.
Creciendo vi a mi mamá y a una gran parte de mis tías someterse a diversas intervenciones en la época en que se popularizaron las cirugías plásticas en el país, no sólo era la moda sino el anhelo de muchas mujeres hacerse una lipo o ponerse las tetas, me acuerdo que me opuse rotundamente en algunos casos, aunque con muy poco éxito. Ahora, después de quitarse los implantes, después del escándalo de los biopolímeros, después de ganar de vuelta los kilos, algunas de ellas, me darían la razón.
No estoy cuestionando las decisiones de estas mujeres, defiendo que seamos libres y autónomas para decidir qué hacer con nuestros cuerpos y que nos pongamos o quitemos lo que queramos, lo que sí cuestiono son las razones, las razones de fondo y las dinámicas que nos mantienen en constante inconformismo, con permanentes ganas ser más flacas, más altas, más tetonas, más fit, más de esto o más de aquello.
Celebro la vanidad, me encanta la moda, disfruto mis rituales de belleza, pero el feminismo me ha enseñado que no hay nada más subversivo y revolucionario que amar mi cuerpo y liberarme de los estereotipos que implican que quiera cambiarlo. Aceptar el cuerpo es el primer paso para aceptar toda la complejidad de nuestro ser.
Celebremos la diversidad, celebremos la imperfección, no existe un único arquetipo de belleza, no existe una sola forma de ser mujer y no tiene sentido querer encajar y uniformarnos con las demás, ya no estamos en la época en la que éramos meros adornos del hogar y un accesorio de un marido, rompamos esquemas, no hay nada más bello que una mujer empoderada y cómoda con ella misma.
Proyecto recomendado: @trueloveandpoems moda sostenible que apoya marcas locales con una propuesta estética de mujeres reales.
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