Nunca, nunca, la paz se ha dado por generación espontánea. Nunca, nunca, la paz ha sido regalada, envuelta en papel celofán y adornada con cintas multicolores.
La paz, esa que ansiamos cada día, ha de ser la conclusión de una tarea colectiva. Para lograrla habrá que trabajar día y noche, en cada rincón de la geografía nacional. Lograr consensos, construir realidades que nos unan como pueblo.
La búsqueda de la paz y la construcción de la misma exige continuidad, porque la paz regalada no existe. La paz no es el milagro que se espera en la mañana. Es el sueño de una Nación que durante más de medio siglo ha sido escenario de barbarie, dolor y sacrificios –muchas veces– inútiles.